Llevó en el turismo prácticamente toda mi vida. De alguna forma el destino fue manifiesto a lo largo de los años a través de pequeñas señales. Y cuando es sobre turismo, esas señales, te llevan de una y otra forma al mismo camino. A veces hay cruces y no sabes por dónde ir y a veces el camino se bifurca, da un rodeo, sube una cuesta, baja una loma pero siempre termina en el viejo sendero del turismo que es el camino también de los viajes.
Ustedes tal vez no me creerían, que siempre veía la casa de mi abuelo -Beto- como un museo que debía recorrerse poniendo atención al detalle en las cosas, (mi abuelo era un chacharero consumado y tenía hermosos objetos que fascinaban mi vista). Luego me trepaba al árbol de la higuera y bajaba dulces brevas e higos. También hacíamos caminatas por lo que quedaba de ladera verde del río Mixcoac. La infancia tiene el aroma de la húmeda barranca y de los eucaliptos y los tejocotes.
Uno se va inclinando hacia aquello. Mi padre me llevaba al centro de la Ciudad de México muy niño y comenzaba a absorber todo eso que el centro tiene. Ante los cañones de la Ciudadela era casi un niño historiador. Era un niño de gustos excéntricos, siempre transitando entre la historia, la geografía, la arquitectura, al estar alimentado de esas fuentes me encontró un día al turismo.
Por lo demás, en cierto sentido me parece lógico mi regreso a las canchas del recorrido grupal fungiendo como anfitrión entusiasmado de la Ciudad de México, en donde he vivido mi vida y que conozco palmo a palmo, que sin embargo, de vez en vez me resguarda sorpresas únicas y fantásticas.
Desde 2013 me vine involucrando con los viajes de prensa para promoción de la ciudad, que el Fondo Mixto de Promoción Turística a través de Imagen CDMX organizó entre 2013 y 2016.
Y me parece que la experiencia que pude obtener de cada uno de dichos viajes fue siempre fantástica, pues en cada uno pude compartir mi experiencia de ciudad con periodistas provenientes de diversas partes del mundo, la gran riqueza que tiene la ciudad para mostrar al mundo, en lo cultural, lo gastronómico, sus bellezas y riqueza natural, pero sobre todo su riqueza más palpable, que es la de poder entrar en contacto con sus propios habitantes.
De aquel viaje de promoción, recuerdo fantásticos momentos, compartiendo la emoción de la Plaza Garibaldi y una cena en el tradicional salón Tenampa, capital de los mariachis en la Ciudad de México. También recorriendo el centro histórico por lo largo de Madero y la Catedral plena de luz y retablos dorados.
El edificio de correos, uno de los edificios más bonitos que tenemos en nuestro centro histórico y donde los periodistas no dejaron de tomar fotos en sus hermosas escaleras. Luego de ahí a visitar los increíbles meteoritos que se resguardan en el Palacio de Minería. No podía faltar un paseo en Turibus por el centro y lo largo del Paseo de la Reforma.
Finalmente hice una breve incursión en Tlatelolco, sitio emblemático de la ciudad, con mi amigo Miguel Sánchez, y fue una mañana fantástica para apreciar y tomar fotos.
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