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Igreja do N.S. do Rosario dos Pretos - Diamantina, MG, Brasil. © Carlos Lázaro |
Texto y Fotos. Carlos Lázaro
Uno conoce la belleza simple del mundo cuando llega uno a Diamantina,
en las alturas del Sertao brasileiro. Los ojos parecen alcanzar en una mirada, los límites de un paisaje infinito. Pocas transparencias igualan
las de los paisajes del Sertao, ese enorme crestón de tierra desértico
que se adivina hacia el centro del Brasil.
Los Brasileños, a lo largo de su historia colonial tuvieron a bien, construir
iglesias exclusivas para el uso de la comunidad de origen africana. Los
descendientes de aquellas generaciones de esclavos tuvieron a bien vivir
sus plegarias en las iglesias dedicadas a Nuestra Señora del Rosario. En Diamantina, Minas Gerais, uno de los momentos visualmente más deliciosos es dejarse llevar por esta pendiente y bajar hacia aquella
iglesia encaramada en la cresta de la loma. Allí parece comenzar el
mundo.
en las alturas del Sertao brasileiro. Los ojos parecen alcanzar en una mirada, los límites de un paisaje infinito. Pocas transparencias igualan
las de los paisajes del Sertao, ese enorme crestón de tierra desértico
que se adivina hacia el centro del Brasil.
Los Brasileños, a lo largo de su historia colonial tuvieron a bien, construir
iglesias exclusivas para el uso de la comunidad de origen africana. Los
descendientes de aquellas generaciones de esclavos tuvieron a bien vivir
sus plegarias en las iglesias dedicadas a Nuestra Señora del Rosario. En Diamantina, Minas Gerais, uno de los momentos visualmente más deliciosos es dejarse llevar por esta pendiente y bajar hacia aquella
iglesia encaramada en la cresta de la loma. Allí parece comenzar el
mundo.
Todos los derechos fotográficos y literarios reservados © Carlos Lázaro
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